Avenida de Brasil a lo cubano

Por Ramón Brizuela Roque.
El doctor Juan baja de la guagua con la criatura en brazos rumbo a la clínica.















Al llamado universal de ¡un médico…un médico!, una popular avenida de Río de Janeiro fue cerrada a los vehículos por la población, para dar tiempo al doctor Juan Carlos García Álvarez, uno de los 11 429 cubanos que están de misión en Brasil, para que plantara cara a la situación, aventurarse fuera del predio de su clínica sin saber a qué urgencia se enfrentaría.
La voz de la conciencia se activó, se olvidaron las costumbres y sin pensar que no siempre son iguales a Pinar del Río, asumió una encomiable actitud, que cualquier galeno criollo asumiría, sin valorar posibles riesgos.
Luego la prensa local, los sitios de Internet y la población se congratulaban por haber tenido los servicios de aquel hombre –suerte que todo salió bien- y ahora rememoramos para los lectores de Guerrillero, una de las formas en las que se escribe la gloria en cualquier rincón del mundo.

Allá, bien al sur

Hace dos años que este especialista en Medicina General Integral presta servicios en la clínica Epitacio Suárez Reis. Allá, bien al sur, y alejado de su colectivo del Policlínico Hermanos Cruz, Juan Carlos convive con la gente humilde del municipio Río de Janeiro, en el Estado del mismo nombre.
A casi un kilómetro, su esposa Miriam Belkis Martínez Pérez, especialista MGI desempeña igual labor, pero en la clínica Manuel Fernández.
Ahora, ambos de vacaciones, para disfrutar con la familia y especialmente con su hija Claudia María, de 20 años y estudiante de logofoniatría en la universidad pedagógica, tuvieron unos minutos para una escapada y revelar la inédita historia del parto en una guagua.
Nadie mejor para un relato, que el propio protagonista, por eso los dejamos con Juan Carlos:
“Estábamos en Río de Janeiro en nuestras labores diarias. La clínica cierra siempre sobre las seis de la tarde, pero aquel día, como a las cinco y treinta, se presentó una situación inesperada; el problema era en un autobús y pedían con urgencia a un médico.
“Avisamos que trajeran la persona para la clínica, pero era imposible, el tiempo escaseaba. Cuando salgo a la avenida, cordones de personas habían cortado el tráfico a ambos lados para contener a los vehículos.
“Entro al autobús y la paciente estaba acostada en el asiento final, ¡estaba pariendo!, el bebé ya salía. Me estaba enfrentando a una situación compleja: comencé las labores y los curiosos mirando alrededor, hacían fotos y filmaban con celulares.
“En breve tiempo conocimos que tenía 18 años, pero jamás en su embarazo había visto a un médico, por lo tanto no había documentación, ni exámenes, incluso ella creía que tenía 38 semanas, pero no estaba segura.
“Las condiciones eran inadecuadas para hacer un parto, faltaba la higiene y lo peor, el instrumental. La clínica nuestra es solo para consultas, tipo consultorios familiares, no teníamos pinzas ni tijeras quirúrgicas apropiadas, entonces usamos lo que habitualmente tenemos, un set de sutura.
“Junto a mí estaba el gerente de mi centro y dos enfermeras, esperamos el tiempo indicado para que expulsara la placenta, la recogimos en una riñonera (cartera), porque era necesaria la constancia para enviarla junto con el bebé al hospital que se hiciera cargo… y ahí empezaron nuevos problemas.
“Los trasladamos a la clínica, yo me llevé al bebé y los colegas a la muchacha. Luego ningún servicio de ambulancias quería hacerse cargo, ella al parecer no estaba protegida por seguro médico, ni otro documento que la amparara.
“Al fin, a las siete de la noche, logramos que nos auxiliara una ambulancia del cuerpo de bomberos, pero con condiciones muy ajenas a lo que necesitábamos para trasladarla a un neonato al centro hospitalario”.

Cómo en las películas

Como sucede en las películas tuvieron un final feliz, la joven dijo que le pondría al niño por nombre Juan Carlos, algo imposible de verificar, jamás la volvieron a ver, notaron que era muy humilde, sin recursos de ningún tipo, y ni siquiera de la zona.
El revuelo fue grande, la televisión se hizo eco, una página digital de la zona lo amplificó para conocimientos del mundo y lo más importante era el mensaje popular: “necesitamos médicos como los cubanos”.
Y existen razones, los galenos criollos enfrentan cualquier tipo de situación, a los de allí sus normas no les permite hacer ningún proceder fuera de una institución de salud y menos que sea ajeno a su especialidad. “Realmente, tampoco están preparados para eso, dice Juan Carlos, por ejemplo, procedimientos sencillos para nosotros y que estamos acostumbrados, como una sutura o la extracción de un cuerpo extraño ocular, no lo pueden hacer.
“Nosotros trabajamos dos médicos cubanos y tres brasileños, las relaciones son muy buenas, aunque sus costumbres son diferentes y eso nos obliga a adaptarnos al sistema de salud de ellos, pero aun así hacemos más.
“Allí lo peor es la violencia, es mucha, el lugar es peligroso, con riesgo real. Incluso no tenemos Cuerpo de Guardia, pero en ocasiones tenemos que atender urgencias de personas baleadas”.
(Tomado de Guerrillero)

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