Patrimonio musical infantil: ¿pagar el rescate o lograr la salvaguarda?



Por Tony Pita especial para soy cubano


Si se tuviera que pagar un rescate por las tradiciones este sería muy alto, dado el valor, histórico y material o no tangible, que tienen. ¿Cuánto se podría pagar por rondas infantiles como Arroz con leche,  El patio de mi casa o Alánimo? que seguramente llegaron a nuestra Isla cantadas por los hijos de los colonizadores españoles hace más de quinientos años. Perder la identidad, los valores, la ética y a veces hasta la vergüenza… eso no tiene precio.



Hay veces que cuando vemos a nuestros infantes bailar una canción dando cintura nos causa gracia y casi siempre se nos escapa que están en  la edad de la peseta o esos chamas están escapaos, sin darnos cuenta que estamos creando patrones que luego cuando comiencen a crecer serán difíciles ya de revertir. Por eso me apena tanto ver que cada día nuestros niños y niñas adoptan patrones nada propios de su edad: baste ver sus uniformes, sus pelados, sus ropas, su forma de hablar el español… pero es que cada día nuestros jóvenes adoran más los patrones y posturas de lo que le llega desde fuera o malas imágenes de  adentro. Me apena ver adolescentes que lo único que repiten son textos vacíos y groseros de canciones: Esa blanca lo que lleva es tranca… La singandinga… manos pa rriva  las que quieran un tubazo, o la conocida …tu eres fina pero cochina,  ya antes los precedieron, aunque en menor medida, chupa chupa chupa pirulí, …y la del bombero me está pidiendo fuego sus ídolos son Los Desiguales, Insurrecto, Yacarta y el Chacal. Casi siempre reproducen  el comportamiento de los mayores, mientras más importante o hermosa sea la figura que el niño adopte como modelo, con mayor frecuencia la imitará. La infancia y  más allá la adolescencia, etapa a veces difícil,  es la época en la que el individuo se aprehende de los valores que le permitirán vivir en sociedad. El juego infantil desarrolla la fantasía y el razonamiento, también cultiva los futuros intereses y se sientan los fundamentos de la personalidad.



¿Serán validas las preocupaciones de aquellos que ya somos mayores, pero que fuimos y tuvimos una infancia feliz y normal?
Por eso no es el rescate de estas tradiciones lo que tendría que interesarnos pagar sino la salvaguarda de ellas ante tanta invasión, nacionales y extranjeras,  de letras de canciones, videos clips o telenovelas que atenta con que no solo se olviden sino lleguen a desaparecer algún día aquellas con las que crecieron generaciones precedentes. La culpa que nuestros niños repitan los textos y estribillos del reguetón de moda, con tan solo cinco o seis años de edad,  la tiene la propia difusión  de esta mala música para adultos ya no tanto en los medios de comunicación sino en ómnibus públicos, cafeterías y en cuanto entorno se nos presente. ¿Por qué?  Bueno, porque los guardianes de estos tesoros, como los programas y acciones culturales infantiles con los que creció mi generación como Arcoiris musical, los Festivales Cantándole al Sol, o aquel programa radial de educación musical de la maestra Cuca Rivero que se transmitía diariamente para apoyar el trabajo en las escuelas, permitieron que alguien los robara y se olvidaran de ellos dejando la fisura, tan estrecha y a veces invisible, para que nuestros hoy instructores de arte en las escuelas también se equivoquen alguna vez preparando a los niños para eventos y espacios socioculturales y educacionales con canciones de y para adultos. Como antes dije me da mucha pena  todo esto, pero siento mucha más pena de esos directivos de cultura, de esos jefes de las administraciones municipales que defienden a capa y espada que en nuestras fiestas populares o jornadas de la cultura vengan esos personajes, que tanto daño hacen a nuestra cultura, bajo la justificación de que eso es lo que le gusta al pueblo.
Por suerte este panorama podría ir tomando otro matiz. Las guerrillas de la Brigada José Martí en nuestras comunidades, la actual dosificación temática en la radiodifusión, pero, más que nada, si  desde el trabajo en el hogar se educa también a nuestros niños y adolescente.  Nosley es mi vecinito de apenas dos años que canta a desgañitarse Pin pón es un muñeco… y El payaso Tronpocoloco en el circo… su padre es Dj. y ha sabido guiar lo que para su edad su hijo debe escuchar y ver, sin quemar etapas. Nosley con su poca edad ya pregona que va a estudiar ingeniero mecánico. Seguramente  lo podremos encontrar muy pronto en un festival pioneril cantando en reguetón o guaracha Chivirico rico o Vinagrito. No hay que hacerle la guerra a un género sino al mal gusto, uso y abuso de los malos ejemplos de estos géneros musicales que han ganado terreno en la programación y en los espacios culturales infantiles.
Ser un incansable guardián salvador de los valores – estéticos y morales- de nuestros pequeños y jóvenes desde el hogar, la escuela o simplemente desde  ese espacio público  que consideramos como propio llámese cafeterías,  paladares, tiendas, bicitaxis,  para que los podamos ver empinar un papalote, bailar un trompo o la suiza y no llenarse los pulmones de humo, la sangre de alcohol, atrofiando su cerebro, no conocerán el amor tranquilos, siendo padres cuando aún no han dejado de ser adolescentes, y así en el futuro no tengamos que seguir pagando un alto precio por el rescate  del patrimonio moral y social de este país que hace hasta lo imposible porque sigamos empeñados en ser el  más culto del mundo. 

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