Alienígenas: ¿Solución para la tierra?

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Escrito por  Paquita Armas Fonseca (Cubasi)

Las fotos que inician este texto son de una niña de siete años. Duerme en paz, cerca de mi cama. Es un regalo que me ha hecho la vida.

Mientras Déborah quizás sueñe, en el televisor pasan imágenes de un menor sirio empujado por un policía. Veo a centenares de hombres y mujeres espoleados como ganado.

Ellos huyen de su país y de las naciones cercanas. Sienten terror por el Estado Islámico. Y recuerdo la invasión y destrucción de Irak. El civilizado occidente estaba armando un monstruo. Osama fue un «niño de teta» al lado de esta maquinaria fundamentalista creada para matar, el ISIS.

Si por razones económicas existía una fuerte emigración a Europa, ahora se ha quintuplicado. Un amigo que vive en  Hamburgo me cuenta que tiene una situación crítica: quebraron dos de las pequeñas fábricas de las que le suministraba materiales para diseño.

En Berlín, un brillante informático cubano fue despedido de su empleo porque le tocaba un aumento salarial. Su esposa, eficaz en esa misma rama, no consigue trabajo.

Conozco a artistas que en España están trabajando por la mitad del dinero que ganaban antes, para poder subsistir. En Estados Unidos no transcurre una semana sin que haya un tiroteo en una ciudad y mueran hasta niños.

Recuerdo las imágenes de los cubanos en la frontera de Costa Rica y Nicaragua, varados por las circunstancias de una política que nos ha desangrado por décadas: la Ley de Ajuste Cubano. Muchos son médicos que viajaron a Ecuador para de ahí cruzar hasta el norte antes de que el gobierno norteamericano derogue la Ley. En el país andino que no pedía  visas hay una buena cantidad de cubanos, algunos obnubilados por la primera imagen de esa nación, que también tiene problemas.

El triunfo de la derecha en Argentina me hizo llorar. ¿Cómo es posible que después de doce años de un gobierno que dotó al país de leyes humanas y lo sacó de la crisis económica, hayan votado por Macri? ¿Qué cambio les ofrece? ¿Acaso no será el famoso «corralito»?

Todo esto lo pienso mientras transcurren las elecciones de Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro recibió un voto de castigo, según muchos analistas. No le dieron su sí a la derecha que no tiene un programa, sino que la inflación y la crisis económica los llevó a pedir un cambio. Y por supuesto, influyó la infernal maquinaria mediática, que no deja un segundo de paz a Venezuela. Escuchando al presidente, vuelvo a llorar y me dedico a retratar a mi princesa: su inocencia le permite tener un sueño plácido, pero ¿qué pasará dentro de diez años? No puedo borrar la frase del Papa Francisco: estamos en la tercera guerra mundial.

Estoy captando las imágenes cuando me llama mi amigo Joaquín Borges Triana. Conversamos y al final, por este mundo patas arriba, volvemos a una conclusión: «hace falta una invasión alienígena». No es broma. En nuestras descargas sobre cómo anda el planeta, un día le dije al Joaco: «¿y si nos invaden de un planeta desconocido, muy desarrollado, y “bañan” la tierra con un gas que elimine el egoísmo?» Empezamos a debatir sobre si eliminando ese sentimiento, se podría resolver el caos planetario, y estuvimos buscando soluciones de ese tipo.

Antes de entregarme a Morfeo, busqué mi libro Moro, el gran aguafiestas. Vuelvo a sus análisis de lo económico y su influencia en todo lo demás, especialmente en el capítulo donde Marx y Engels intercambian opiniones. Y cito: «Después del fracaso de las revoluciones de 1848, él y Engels aseguraban que un nuevo estallido conmocionaría a Europa. La Liga de los Comunistas se escindió, la reacción estaba nuevamente en pleno uso de sus poderes. Los colosos sostienen este intercambio:

«A mí me agrada mucho este aislamiento público —le escribía Marx a Engels el 11 de febrero de 1851— en que nos encontramos ahora tú y yo. Se ajusta totalmente a nuestra posición y a nuestros principios. Eso de andarse haciendo concesiones mutuas, de tener que aguantar por cortesía todas las mediocridades y de compartir ante el público con todos estos asnos el ridículo que echan sobre el partido, se ha acabado.

«La respuesta no tardó más de 48 horas:

«Por fin volvemos a tener —por vez primera, desde hace mucho tiempo— ocasión de demostrar que nosotros no necesitamos de popularidad ni del apoyo de ningún partido de ningún país, y que nuestra posición está por entero al margen de todas esas miserias. En adelante, solo seremos responsables de nosotros mismos (...). Por lo demás, en el fondo no tenemos grandes razones para lamentarnos de que esos petits grands hommes nos huyan; pues ¿no nos hemos pasado tantos y tantos años aparentando que Fulano y Mengano eran de nuestro partido cuando en realidad no teníamos partido alguno, y gente a quienes tratábamos como si fuesen del nuestro, oficialmente al menos ignoraban hasta los primeros rudimentos de nuestros trabajos?»

Poco tiempo después, ambos ya están en el vórtice de la lucha. Y bueno, si esos colosos sintieron angustia, desánimo y tristezas, ¿qué queda para nosotros, simples mortales? Hacer lo que hicieron ellos: levantarse y seguir luchando por un  mundo mejor que tiene que ser posible, aunque no esté a la vuelta de la esquina.

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